Esta es la pregunta que hago durante el curso cuando un pequeñito que viene pronto al club se sienta a esperar que se haga la hora de empezar.
Me mira y se queda callado, se encoge de hombros e inquieto mira a su madre. Cuando oye la puerta y siente que entra alguien más, respira tranquilo…
Cuando la pregunta se la hago a mi Santi Camazon, que suele llegar pronto, o a un infantil o a un cadete su respuesta suele ser “algo haremos”, porque saben que aun estando solos tienen la posibilidad de dedicar el tiempo a hacer cuerda, uchi komi con las gomas, preparación física…
Ahora a principio de curso, estos primeros días, ante las primeras sesiones nos lo preguntamos también los profesores. Porque los profesores dependemos de lo que nuestros alumnos quieran hacer. De que quieran venir. Ofertamos Judo y necesitamos quien lo quiera “consumir”.
El que se hace Profesor de Judo normalmente empieza cuando tiene en torno a veinte años a impartir algunas sesiones de forma esporádica en su club ayudando a su Profesor, o sustituyendo a un amigo y sin tener ningún tipo de titulación. De allí pasa a impartir clase en algún colegio o club ya montado, donde obtiene sus primeros ingresos. Como le satisface el asunto, se organiza para sacarse las titulaciones y como ve que le gusta y que no se le da mal, se plantea de manera temporal la posibilidad de dedicarse a ello.
Inicialmente lo que hace es buscar más opciones para impartir más clases.
Algunos se afianzan en un colegio o un centro deportivo e instauran el club dentro del centro. Como esta situación resulta estable, en muchos casos esta relación se mantiene de por vida.
Aunque la manera que tiene el Profesor de Judo de asegurarse el trabajo es disponer de un local propio, en alquiler o en propiedad donde poder hacer y deshacer y no depender de la voluntad del dueño del local, del gimnasio o del director del colegio, asociación de padres…
Se piensa muchas veces al abrir una sala de Judo, abrir un gimnasio como un negocio. Y en realidad es un negocio porque un negocio es una ocupación, un trabajo que se utiliza con fines lucrativos. Es un método de obtener dinero a cambio de productos o servicios.
Que será un negocio de mayor o menor envergadura, de más o menos actividad, dependiendo de hasta donde te quieras liar, pero el tener una sala de Judo propia, lo que te asegura es el trabajo. Más o menos trabajo dependerá de cómo lo puedas enfocar, de tus ganas, de tu habilidad como “comercial” para que resulte de una u otra forma.
Aunque pienso que cualquier Profesor de Judo que en España tenga un club abierto con cierto tiempo y solera y le preguntes, te dirá que tener un club le ha servido para poder trabajar y vivir haciendo lo que le gusta. Pero de eso al concepto que se tiene de negocio…
Los clubes de Judo por tener la puerta abierta, por tener la persiana levantada, tienen unos gastos fijos significativos todos los meses, que hay que afrontar.
Porque negocio, negocio es como lo definía nuestro amigo y alumno Luís López, ya fallecido que me decía: “Mira José Ángel, el negocio está en comprar a dos y vender a cuatro, y con ese módico dos por ciento…”
Y los primeros días los Profesores los pasamos con un nivel de incertidumbre importante, ilusionados por volver a encontrarnos con nuestros alumnos y asistiendo expectantes a las nuevas incorporaciones que de alguna manera nos tranquilizan pues vemos cómo la rueda comienza a girar, lo que nos ayuda a aliviar la idea: ¿y si no viene nadie?