Meternos en la pomada

“Somos lo que comemos”, es una frase que se atribuye al filósofo y antropólogo alemán Ludwing Feuerbach, y que indica que una buena alimentación va a mantener nuestro organismo sano.

“Somos lo que pensamos”, quiere decir que nuestros pensamientos influyen en nuestros comportamientos y en nuestras emociones. Y el poder que tienen nuestros pensamientos para influenciarnos positiva o negativamente.

Y en este momento que estamos viviendo con esta pandemia, los Profesores de Judo agobiados por la situación que estamos pasando, y la incertidumbre de cómo se va a resolver esto, no podemos evitar tener pensamientos que nos amargan el día a día.

La psicología nos dice que “no somos responsables de lo que pasa a nuestro alrededor, aunque si de la interpretación que hacemos de la situación, y cada uno somos responsables de lo que sentimos”. Y en este tiempo más importante que nunca.

Desde que nacemos, al principio de una manera inconsciente, vivimos con un planteamiento de metas. Cuando bebés, lloramos para mostrar nuestras necesidades, o disgusto con nuestra situación. Tenemos hambre, sueño, molestias intestinales, frío, calor… Y vivimos el día a día llenos de necesidades que nuestros mayores satisfacen.

Luego más tarde, vivimos de plantearnos objetivos que nos ilusionan.

De pequeños esperando en casa la llegada de nuestros abuelos y “del ratoncito Pérez”, cuando vamos perdiendo los dientes. En Navidad la llegada de los Reyes Magos, y cada año nuestro cumpleaños.

En el colegio, cuando nos socializamos, las primeras amistades, la celebración de nuestro cumpleaños, los de nuestros amigos. Los días de vacaciones, las excursiones colegiales. Y en casa, el momento de la paga, sueldo o propina de los domingos, de cada semana.

En la adolescencia, la importancia que empieza a tener la relación con el otro sexo.

Nuestras primeras relaciones…

Y los judokas, unos de una forma otros de otra, nos hemos encontrado con nuestro deporte, nuestro comienzo con el Judo. Y vamos obteniendo los cintos de colores, hasta llegar a primer dan. Y las primeras competiciones, primeros combates, primeros viajes, primera medalla, el primer trofeo. La primera lesión importante, su recuperación y el sobreponerse cada día a las molestias de cada entrenamiento, de cada lesión.

Y entre todo esto, acabar el colegio y empezar la Universidad, o nuestro primer trabajo remunerado. El primer dinero ganado.

Sin darnos cuenta vamos realizando un plan de vida. Luego la vida nos lleva por donde quiere.

Y pasamos la vida planteando objetivos, que tratamos de sacar adelante.

En el caso de muchos Profesores de Judo, y en nuestro caso, mi amigo Jesús Sánchez y yo, de “todo un paseo por la vida”. Cómo decía mi madre “el sacerdocio del Judo”.

Buscar un local, montar un club, o buscar donde poder enseñar lo que más nos gustaba, dedicar la vida a la enseñanza de Judo con todo lo que ello conlleva.

Haber intervenido en la formación de muchos alumnos y estar orgullosos de ellos.

En estos días cuando encuentro a alumnos que pueden trabajar, porque su trabajo se considera esencial, aunque:

“Todo trabajo es esencial cuando una familia depende de él para subsistir”

Y los encuentras ilusionados, vitales, competentes, resolutivos, prácticos, serios, responsables…, me sale pensar lleno de orgullo, como en su día dijo aquel: “¡Joder que tropa!” y sientes que algo de esa competencia, resolución, determinación y formalidad ha surgido de tu relación con ellos. Y eso que nuestra actividad no se considera esencial.

Nuestro trabajo se basa y se ha basado siempre en las relaciones humanas. Toda la vida bregando con grupos de niños, de mayores, conociendo, acompañando, participando de sus vidas, aconsejando y ayudando cuando ha sido necesario…

Y se acercan fechas tradicionales, fechas de contactos estrechos entre familiares y amigos, y esta vez por cuidado y respeto a todos, no va a poder ser como siempre.

Vamos a poder recordar las exhibiciones, competiciones y fiestas de Judo de Navidad que siempre hemos hecho delante de los padres. Los “entrenamientos especiales” realizados, aprovechando el mayor tiempo libre.

Y ahora que no podemos trabajar, para llenar este vacío, es importante, instaurar rutinas con amigos y alumnos.

Crear un calendario de citas. Y como dice el zorro en El Principito:

“Cuanto más se acerque la hora más feliz me sentiré”.

Los Profesores de Judo en este tiempo, que no podemos juntar a nuestros alumnos para hacer Judo, tenemos que ser capaces de buscar la forma para mantener nuestra ilusión, para mantenernos en la pomada.