Sentir el movimiento

Cuando empezamos a hacer Judo, nos explican unos movimientos y con un compañero nos ponemos a hacerlos. Mecánicamente imitamos lo que nos han dicho y mejor o peor lo tratamos de hacer.

Al principio con la torpeza del principiante, lo intentamos, y poco a poco vamos haciendo los movimientos con más soltura. Día a día vamos coordinando mejor.

Vamos subiendo de nivel, nos acostumbramos a un compañero, a sus reacciones y a su forma de hacer.

Nuestro Judo va evolucionando y nos vamos encontrando más cómodos al tirar y al caer en según que movimientos.

Acostumbrados a un mismo compañero y a una forma de reaccionar a veces en un curso nos ponemos con un desconocido y puede pasar de todo. Podemos encontrar alguien con sensaciones que hace bien, o con un verdadero “patoso” que nos estropea la sesión. Quizá pone mucha voluntad pero no comunica nada.

Fue en junio de 2001 cuando Emilio Lezana, que era entonces Presidente de la Asociación Madrileña de Profesores de Judo, organizó en Madrid, un sábado en sesión de mañana y tarde un curso con el objetivo de “contribuir a la formación, mejora y ampliación de conocimientos del colectivo de profesionales del Judo”.

(Así se publicitó).

Decidieron que fuéramos Mauricio Casasayas y yo los que impartiésemos los seminarios.

En aquel momento los dos teníamos alumnos que obtenían resultados en los campeonatos de España y los dos formábamos parte del engranaje técnico de la RFEJYDA en los equipos inferiores.

Mauricio Casasayas, es profesor catalán de Judo en Manresa. Su club es el Sport7.

Seguro que en la Federación madrileña había muchos Profesores que podían haberlo hecho, pero por no complicarse o quizá por introducir aires nuevos, Emilio Lezana propuso que fuéramos  nosotros los que lo impartiésemos.

El título de mi seminario era:

“Función del entrenador de Judo en la competición”, que de alguna manera era el trabajo que había estado haciendo con mis alumnos desde los tiempos de Orgaz cuando empezó de infantil en 1984, hasta 2000 con Dome cuando los dos tuvimos nuestros respectivos “chandríos”.

El seminario de Mauricio se titulaba:

“La función de uke para el aprendizaje de las técnicas (nage waza) por parte de tori.”

Y lo publicitaba así:

“El objetivo de este curso es enseñar las técnicas de proyección de Judo a partir de que uke conozca primero la caída específica de la técnica que van a aprender él y su compañero con un trabajo que le motive variado.

Diferente al habitual para algunos Profesores y enfocado principalmente a los jóvenes principiantes y a los adultos que practican Judo de forma lúdica.”

Mauricio tenía todo un protocolo establecido para realizar un trabajo para conseguir llegar a ser un buen uke.

Reconozco que en aquel momento no pensaba que la función de uke pudiera dar tanto de si, ni la importancia que luego he observado que tiene para todos en el aprendizaje de Judo.

Seguro que nos ha tocado alguna vez, practicar con un compañero que nos hace de uke, pero que no comunica nada.

El campeón coreano Han No San enumeraba las características que se deben conjuntar para la realización correcta del uchi komi: conocimiento de la técnica, ritmo, velocidad y explosión.

Y en el momento en que empezamos a imprimir un ritmo y una velocidad necesitamos un uke que colabore, que reaccione, que se adapte a nuestro movimiento.

El maestro Le Berre siempre dice “il faut reagir” (hay que reaccionar), refiriéndose a uke y refiriéndose siempre a reacciones suaves, sencillas, tai sabakis indicados, tratando de adaptarnos al compañero para facilitarle las sensaciones.

En mis clases y entrenamientos mis alumnos están acostumbrados a oír siempre: el cuerpo recto, el abdomen firme, no os dobléis, no giréis  los hombros, no os frenéis, dejad trabajar,  “dejaos querer”…

¡Es que si me tira de aquí…! se justifica a veces alguno. Y hay que hacerle entender, que cuando nos tiran de un brazo debemos adaptarnos e ir “como en un bloque”, sin descomponernos.

Como Profesores, para explicar tratamos de elegir un alumno que nos haga bien de uke, que nos transmita sensaciones.

Cuando el pasado mes de diciembre celebrando el 40 aniversario del club de Judo Las Fuentes, el maestro Le Berre en la sesión que impartió me solicitó un uke, no dudé. Podía haber elegido entre cualquiera de los que se entrenan habitualmente pero me decanté por David Crespo, quizá porque no le resultase especialmente pesado y por su facilidad para adaptarse a cada situación.

Ayudar y hacer bien de uke, no quiere decir estar tieso como un palo, saltar para caer, o tirarse solo. Para hacer bien y ayudar, hay que saber reaccionar, adaptar el cuerpo al movimiento, aplicando un ligero tai sabaki, acompasar el ritmo, en definitiva:

“sentir el movimiento”.