Cuando empezamos a impartir clases de Judo, vamos conociendo a nuestros niños.
Alguno se entrega, y nosotros ilusionados también, le dedicamos una mayor atención. De esta forma, a través de lo que en psicología se ha dado en llamar “efecto Pigmalión”, ese niño progresa más. Nos dedicamos más a él y surge un trato especial.
Los profesores de Judo tenemos una peculiaridad que nos diferencia de cualquier profesor de otra materia. Y es que empezamos con nuestro judoka cuando es pequeño, y mantenemos con él una relación de por vida.
Lo empezamos a conocer. Conocemos su entorno, su familia, su forma de vida… Nos vamos implicando, tratamos de ayudarle, se confía, te cuenta… al conocerle mejor, y empezar “a domesticarle”, como se dice en el Principito, lo hacemos nuestro, comenzamos a quererle, de alguna manera le queremos ayudar.
Vivimos su vida deportiva, entrenamientos, competiciones, pasos de cinturón, lo acompañamos a cursos, concentraciones, lo llevamos a competiciones preparamos sus pasos de grado, sus primeros combates en torneos importantes, estamos allí cuando gana, cuando pierde…
Asistimos también a su vida del colegio, lo vemos crecer, vemos su evolución, sus cambios de edad y de humor, sus pasos de curso, vemos como va forjando su carácter, y nos preocupamos por como organiza su vida alrededor del Judo.
Conocemos sus amistades, sus primeras “amigas”, su novia, su continuación en los estudios o incorporación al trabajo y toda la problemática que esto conlleva, y en alguna forma nos sentimos afortunados en cuanto que tenemos la oportunidad de “participar y revivir situaciones pasadas”.
Y viajamos juntos a competiciones, cursos, concentraciones, lo que nos hace a vivir junto a él, situaciones y emociones importantes.
Como dice el Profesor Jean Cotrelle, va pasando por las fases de cliente, alumno y amigo. En las fases de alumno y de amigo nos llegamos a implicar en su vida personal y en sus necesidades. Y le dedicamos tiempo y a veces hasta dinero, que si lo tenemos y nos lo podemos permitir, no nos importa… y por él empezamos a hacer muchas cosas.
Tengo alumnos dedicados a la banca. El que menos es, es director en una sucursal. Otros dos especializados en ingeniería financiera forman parte de la cúpula de los bancos más importantes actuales.
Otros que estudiaron ingenierías, ocupan cargos de responsabilidad y de dirección en importantes empresas.
Los que tenía ilusión por ser: bombero, policía, guardia civil, administrativos han luchado y conseguido trabajar en lo que siempre querían.
Algunos han decidido dedicarse a enseñar Judo y con su grupo de judokas están en la fase de moverse e intentan conseguir que sus alumnos tengan las experiencias y vivencias que ellos tuvieron.
Están en la edad y ahora les toca a ellos. Y vuelta a empezar, primavera, verano, otoño, invierno, primavera…
Con todos ellos he tenido la sensación del “otro escudillado” que decía mi madre cuando se colocaban sus alumnas y de alguna manera también pienso el “porque algo tendrá que ver…”, la influencia del Judo y de su Profesor…
De todos me puedo sentir orgulloso por la herencia que ha dejado el Judo en ellos: voluntad, tenacidad, capacidad de resolución, de sufrimiento, afán de superación, para conseguir integrarse en el mundo laboral.
Yo de banca, de ingeniería, ni de preparar oposiciones entiendo. Pero de Judo, me sumo a la contestación que dio en la Republica Dominicana José Juan López Recarte a la pregunta de David Ramírez, ¿pero tu haces Judo?: “soy séptimo dan, y creo que algo entenderé de esto”, respondió.
Porque yo pienso que también algo entenderé de esto, cuando llevo bregando con el Judo toda mi vida, tratando de dar todo y de intentar hacerlo lo mejor posible.
Por eso, de entre mis alumnos, que se dedican a enseñar Judo, cuanto mejor lo hagan, mejor se conduzcan y más resultados tengan con sus alumnos, yo más orgulloso me podré sentir.
Todos tenemos un pasado. Nuestros inicios están allí. Nunca podremos negar de donde hemos salido, con quién hemos estado y quién nos ayudó.
Más tarde habremos volado por nuestra cuenta, habremos bebido de mil fuentes, y si conseguimos movernos por el mundo del Judo con cierta soltura y nuestro trabajo es reconocido a través de nuestros alumnos… ¡qué mayor orgullo para el Profesor!, que ser superado por su alumno.