Cincuenta años dan para mucho

“Podías escribir un libro maestro”, dice mi alumno David Crespo cuando le digo que el pasado 1 de abril hizo cincuenta años que pisé un tatami por primera vez y que me gustaría escribir algo al respecto.

Y si que es cierto, podía escribir un libro, pero no solo yo. Todos podíamos escribir un libro con nuestra vida relacionada con el Judo, como hizo Antonio Nacenta. El mismo David me comenta que él va a hacer ya veinte desde que se pone un judogi. Y pienso yo, que con sus veinte años de Judo, él también podría escribir lo suyo.

Y como de momento no tengo intención de escribir un libro, voy a iniciar una serie de artículos que tengan que ver con “mi vida con el Judo”, tratando de encontrar momentos y anécdotas que puedan tener cierto interés porque todos de alguna manera hayamos vivido y de alguna manera podamos sentirnos identificados

Va a hacer cuatro años, desde que falleció Jesús Asensio, y que Alfonso Escobar en la página de la Española cuelga cada quince días mis artículos. De momento van 119 en RFJYDA, y entiendo que a la página le puede interesar, pero reconozco que para mi es un lujo y me ha dado una ventana donde expresar y contar situaciones, ideas, experiencias, opiniones y… en el mejor escenario.

Como me gusta escribir y escribo cada día, normalmente tengo artículos “en la recámara”. Alguna vez, he tenido carencia de ideas para ponerme a escribir, pero ahora si pienso en que “cincuenta años dan para mucho”, eso ya no va a pasar. Será recordar situaciones y ponerme en marcha…

Nos remontamos a 1969…

El 1º de abril hizo 50 años que pisé mi primer tatami. Cerca de mi colegio habían abierto un gimnasio, el Club Deportivo Northland y ofertaron al colegio la posibilidad a los alumnos de poder practicar Judo durante las clases de gimnasia. Muchos nos apuntamos y en el tiempo de las clases de gimnasia pasábamos al club.

Las sesiones eran a mediodía. Recuerdo la primera sesión. Sensaciones y olores. La sala estaba en un sótano. Había que bajar varios tramos de escaleras. El tatami tenía dos columnas, la lona era de plástico y debajo virutas de madera, serrín y mantas. Olía a cerrado, a plástico y a madera. La sesión la impartió José Manuel García, el propietario del club, capitán entonces, profesor en la AGM y primer dan de Judo.

Nos puso en fila, nos enseño los saludos y a anudar el cinturón. De esa sesión no tengo más recuerdos. Los siguientes días las clases corrieron a cargo de Ángel Claveras entonces cinturón marrón.

Mis recuerdos, impregnados de olores, son sobre todo por la relación con mis amigos. La sensación de libertad de ir “desnudos” debajo del judogi. El olor a algodón de los judogis amarillos de Daimyo, que unido al de nuestro cuerpo, que no estábamos acostumbrados a sentir así, hacía del Judo algo distinto. El rodar en las caídas, el agarrarnos a un compañero, tirarle con las “llaves” que íbamos aprendiendo…

Poco a poco me fui enterando de que en mi club había cuatro Profesores.

“El dueño” José Manuel García un capitán profesor en la Academia General Militar, primer dan de Judo y especialista en defensa personal, Jesús Vicente, policía nacional segundo dan, que era el que iba a llevar las sesiones de adultos, Manuel Yagüe, “un señor mayor”, que me hace notar mi amigo y socio Jesús Sánchez al leer esto, que seguro era más joven que ahora nosotros, primer dan, que trabajaba en el banco Central y que se encargaría de los pequeños y Ángel Claveras, cinturón marrón, que estaba haciendo la mili bajo las órdenes del capitán en la AGM y que sería el encargado de las clases que a mediodía pasábamos de los colegios.

Entonces en Zaragoza no había muchos más cintos negros.

El más antiguo Luís Zapatero, Profesor del Judokwai, tercer dan, Miguel Ucelay, un farmacéutico, que yo nunca conocí, el doctor Rivera, un médico delgado y pequeño, que después de conocer a Mifune en las películas de maestros japoneses de la época, siempre me lo recuerda.

Estos eran los primeros cintos negros que hubo en Aragón. Enseguida Ángel Claveras, Pedro Auría, María Teresa Aroz y Arturo Justes obtuvieron también su primer dan.

Y tras unos años de sequía en la obtención de cintos negros, quiero hacer constar que antes era más complicado, pues había que pasar una fase de competición que no siempre se sacaba a la primera, los siguientes en pasar fuimos en Barcelona el 6 de octubre de 1974, Jesús García Palacín, Manuel Hernández y José Ángel Guedea.

 

Este ha sido un primer apunte de mis comienzos con el Judo, que trataré de ir recordando y exponer lo que considere interesante porque cincuenta años dan para mucho.