En estos días estamos viendo y oyendo noticias, donde todo el mundo está descontento.
Y en muchos casos, hay que entender que la gente se queje. Se lamenta la hostelería, los que se dedican al turismo, a la cultura, los sanitarios que se muestran estresados y agotados, los servicios esenciales, los taxistas, los transportistas, los gimnasios, estaciones de ski…
Reclamamos hasta los consumidores “de a pie”, porque nos han cerrado los bares y en los que se quedan abiertos no nos dejan consumir dentro, tampoco podemos salir a comer o cenar con nuestros amigos. Nos quejamos todos y de todo.
“El tema es quejarse”. Y quejarse a la larga, resulta contagioso.
Un conocido que trabaja en el banco Santander que practica taekwondo, se me acerca un día en la oficina, me pregunta por la situación de los clubes, y me dice con pena: “tengo unas ganas…” “Pues imagínate como estamos otros”, le digo. Tú eres un afortunado porque estás trabajando, que otros, llevamos meses sin poder trabajar.
Y quizá no somos tantos, somos menos importantes, y poco o nada esenciales. Aunque si preguntas a muchos de nuestros alumnos con empleos esenciales, que han pasado por nuestras manos, quizá piensen, recuerden momentos cruciales, y reconozcan como influimos en un momento determinado en su vida, para llegar y conseguir ser ahora lo que son: esenciales.
“Todo trabajo es esencial cuando una familia depende de él para subsistir”
¡Queremos trabajar!, pensamos. Pero el nuestro es un sector ahogado. Los clubes tenemos unos pagos periódicos fijos, unos impuestos, que nadie perdona y que nos siguen pasando. Y mientras tanto, cero ingresos.
Y sin grandes perspectivas, porque el Judo es incompatible con las medidas de seguridad y además porque tenemos que tener en cuenta que la salud es lo primero.
Los Profesores de Judo veteranos, que llevamos toda una vida en ello, pensamos en los tiempos, y las distintas fases por las que hemos pasado y analizamos como nos hemos conducido.
Cuando somos jóvenes, no pensamos muchas veces en las consecuencias de nuestras acciones y lo que nos puede pasar. Lo vamos viendo conforme avanzamos en la vida y vamos adquiriendo experiencias.
Cuando recién escudillados empezamos a impartir clases, éramos más inconscientes, no pensábamos en los riesgos que algunas acciones acarreaban. Manejábamos clases muy numerosas, y a veces por ignorancia, sin tener noción del riesgo, dejábamos en ocasiones que nuestros alumnos realizasen acciones peligrosas y arriesgadas.
Realizábamos constantemente viajes con nuestros alumnos para competir, entrenar, sin pensar en los riesgos que podía implicar, y que ahora a veces nos lo pensamos.
Conforme nos hacemos mayores y pasamos por distintas experiencias, somos más proclives a ser precavidos y tener miedos.
Y siempre los Profesores de Judo sentimos y tenemos la responsabilidad de cuidar a nuestros alumnos y evitar situaciones que impliquen riesgos.
Y en la actualidad contraer el virus, es un riesgo. Y como ya he indicado antes, el Judo como lo entendemos, es incompatible con las medidas de seguridad que se nos exige.
Y los Profesores de Judo no vemos una solución ni fácil ni rápida a esta situación. El turismo, la cultura, la hostelería, las estaciones de ski y otros colectivos…, adaptándose y aplicando las normas de seguridad establecidas, quizá puedan empezar a trabajar y moverse.
Nosotros si tenemos que guardar la distancia de seguridad, nos va a resultar complicado hacer Judo.
Y después de haber visto a todos los gremios reclamar y protestar, somos los Profesores de Judo, los que, sin grandes pretensiones, aunque solo sea por reivindicar nuestra profesión, nos sale decir:
¿Y el Judo qué?