Pasadas las vacaciones de Semana Santa, habiendo vuelto a vivir situaciones similares a otros años con pocos judokas en los entrenamientos, me hace pensar…
Algunos se toman muy en serio que están de vacaciones y deciden romper con todo lo establecido.
Nosotros, los Profesores de Judo, entendemos que al ser vacaciones escolares, nuestros judokas tienen más tiempo libre y les programamos entrenamientos especiales fuera de los entrenamientos normales.
Entiendo que los que se van de vacaciones familiares no puedan venir. Lo que me cuesta más entender, son los que se quedan, deciden “descansar”, y no hacen nada.
Las vacaciones implican un cambio de actividad. Un cambio en las rutinas y una menor serie de obligaciones, lo que da lugar a esa sensación de descanso.
“Lo de levantarme pronto lo llevo muy mal”, oigo decir a algún alumno cuando les propongo la posibilidad de entrenarse por la mañana y “empezar con Judo”.
Me dan ganas de decirle: “no hace falta que vengas, quédate durmiendo”.
Porque da la impresión de que nos hace un favor si viene a entrenarse.
Por contra otros dicen: “Aquí es donde mejor estoy”, “estoy con mis amigos y hago lo que más me gusta”.
Durante las vacaciones, es normal que en las sesiones tengamos menos judokas, pero los que tienen intención de competir, ¿no deberían estar siempre allí?
El que compite quiere ganar, y para ganar tiene que poner los medios. Y el que algo quiere algo le cuesta
Algunos son responsables y deciden entrenarse e incluso hacen dos sesiones diarias.
Los incendios de verano se apagan en invierno. Las competiciones se preparan en el momento en que disponemos de más tiempo para entrenarnos.
Luego todo son prisas y cuando nos acercamos al momento de la competición pensamos: “si hubiera tenido más tiempo…”
Por eso tenemos que tratar de ser consecuentes
He rescatado esta reflexión escrita en 2009, fue la número 38, y que Jesús Asensio colgó en Arajudo el 15 de diciembre, que viene al caso y que expongo a continuación.
¿Sólo vamos a estar estos? (Arajudo 15 de diciembre de 2009)
De joven me gustaba esquiar y lo hacía siempre que me era posible. Si encajaba subía a las pistas con algunos amigos. El viaje se hacía más corto y pasábamos una jornada distinta. Cuando por circunstancias mis amigos no podían subir a las pistas y subía solo, el viaje no era lo mismo, pero en el momento de empezar a esquiar y de bajar por las pistas, si además coincidía que hacía buen tiempo y que la nieve estaba en condiciones, no necesitaba a nadie para disfrutar del esquí y de la nieve.
El Judo es también un deporte individual pero para practicarlo necesitamos amigos o cuando menos oponentes.
En el club, en las clases el momento de practicar siempre hay un grupo de practicantes.
Hay días que coinciden exámenes, vacaciones, puentes, viajes, “gripe”, distintas circunstancias y en el momento de empezar apenas han llegado algunos de los habituales y surge que uno de ellos te pregunta “¿sólo vamos a estar estos?”
Es entonces cuando se da cuenta, de que faltando compañeros el entrenamiento puede no ser todo lo bueno que había previsto
A mi me sale decir que yo me puedo responsabilizar de estar yo, de los demás…no.
Y además de estar, yo puedo hacerme responsable e intentar que los que vengan, pocos o muchos, trabajen en condiciones y salgan satisfechos del trabajo realizado.
A veces esperas que venga un grupo determinado de gente y al ver que no llegan o que llegan tarde…“se te baja la moral” pero tienes que pensar que los importantes son los que han ido y que te debes a ellos.
Es evidente que cuantos más judokas con ganas de entrenarse asistan al entrenamiento, será más fácil, más ameno y más eficaz, pero las cosas son como son y si no es así habrá que bregar con los que vengan.
La estructura de un club de Judo se sustenta en sus socios. Los judokas pagan una cuota por recibir unas clases de Judo y participar en unos entrenamientos. La obligación del club para con el socio es cumplir con esas sesiones donde el judoka va aprendiendo y practicando Judo y la del socio pagar su cuota y asistir a las sesiones.
La diferencia fundamental entre el club y el socio es que el club después de cobrar la cuota tiene la obligación física de impartir las clases por las que ha cobrado y el socio después de pagar su cuota, adquiere un compromiso “formal y moral” de asistir a las clases por las que ha pagado, pero si no va, como “el que paga manda” considera que “es su problema”.
Conforme se integra en el club el judoka se va dando cuenta de que si falta “no solo es su problema” sino que provoca un problema a sus compañeros de entrenamiento y poco a poco va asumiendo su responsabilidad para con los demás y de su lugar e importancia en el entrenamiento.
Después de recuperarme del accidente de tráfico, el traumatólogo me indicó la natación como deporte indicado para mi situación. Un alumno, bombero en la actualidad que se preparaba para la oposición y nadaba a diario, me facilitó la posibilidad de asistir a la piscina donde se preparaban los bomberos. Mi nivel de natación entonces era básico.
No me hundía y me desplazaba “a nivel de usuario”. En las primeras sesiones el profesor me dio unas indicaciones de cómo respirar y de cómo acompasar el movimiento de brazos y piernas. Y como a nadar se aprende nadando, el tema era practicar, practicar y practicar. Acostumbrado a la disciplina deportiva los primeros meses no falté un solo día, y fue evidente mi progresión. La primera vez que falté, por vagancia, tuve remordimientos todo el día, y el caso es que si yo no iba a nadar, no influía en nadie. La piscina abierta seguía llena de agua, el profesor al pie del cañón y mis compañeros de turno nadaban lo mismo. Para nadar no necesitábamos tener a nadie nadando en la piscina.
Como decía el profesor de Judo francés Jean Cotrelle, la relación del socio en el club de Judo con el profesor es la siguiente: primero cliente, después alumno y más tarde amigo.
El grupo que se ha hecho fuerte en la clase de Judo y que participa de todos los entrenamientos habitualmente se compone de alumnos y de amigos, que ya han pasado por la fase de clientes, y que naturalmente pagan su cuota porque mantener el club abierto genera unos gastos que hay que solventar.
Pero esos alumnos tienen además un compromiso mayor para con el profesor y para con los otros alumnos. Y es el de no faltar a los entrenamientos. El judoka tiene que concienciarse de su importancia en el entrenamiento para el buen desarrollo de las sesiones y para que todos puedan entrenarse bien.
Cuando decide faltar, por la razón que sea, no suele ser consciente de cómo su falta incide en el entrenamiento de los demás, solo suele pensar en lo que le afecta a él. De esa situación se da cuenta cuando un día motivado y con ganas de entrenarse, va al entrenamiento y por circunstancias no se encuentra con los compañeros que había previsto.
En los entrenamientos todos somos importantes, profesores y alumnos y cuantos más alumnos haya mejor, teniendo siempre en cuenta que si no están todos, los que están son los que merecen nuestra atención en ese momento y es por los que hay que trabajar.
Esperemos que nuestros judokas se conciencien más de su importancia en el entrenamiento para que se vuelvan cada vez más responsables y que nunca nos pase que un alumno se encuentre en la situación de preguntar:
¿Sólo vamos a estar estos?