¡A mi tu no me mandas! Oigo que un pequeño de unos 7, 8 años dice a su madre, cuando esta recrimina en la terraza de un bar un comportamiento que está observando con otros amigos, corriendo entre las mesas, gritando, y molestando a todos los que allí estamos, y que aguantando no decimos nada.
Y el comportamiento de ese niño que no conozco y que me da igual, me hace pensar: Si a sus padres no hacen caso, ¿cómo pretendemos a veces los Profesores de Judo que nos hagan caso a nosotros?
Todos los Profesores de Judo con “años de profesión”, seguro que nos hemos encontrado con muchos casos de niños problemáticos, algunos que hemos podido encauzar, otros que aunque lo hemos intentado no lo hemos conseguido y quizá hemos perdido, y también nos hemos encontrado con padres, que sabían lo que tenían entre manos, que incluso nos han pedido ayuda y que nos han apoyado, y con padres que o no querían darse cuenta, o vivían de espaldas a la realidad y no se enteraban de lo que tenían en casa.
“No puedo con la mala educación”, comentaba el Profesor madrileño Raúl Camacho en una salida con el equipo junior cuando él venía como árbitro, comentando este tema.
En nuestras sesiones inicialmente los Profesores de Judo jugamos con ventaja. El niño se ha apuntado o lo han apuntado a practicar un deporte con unas normas instauradas que administramos nosotros.
Enseñamos que al entrar en el tatami hay que saludar. Que durante la sesión no se puede hacer lo que se quiere, que hay que hacer lo que indica el Profesor. Que hay que aprender a caer antes de poder hacer nada, que no hay que hablar a gritos y que hay que comportarse de una determinada manera. Y que como el Judo es un deporte de contacto, hay que tener un especial cuidado para no hacer ni hacerse daño y que hay que respetar a los compañeros.
Con los adultos, no solemos tener problemas de conducta. Muchos han “nacido en el club” y los tenemos desde pequeños, y todos vienen de manera voluntaria, vienen para practicar un deporte y aprender Judo. Los que se incorporan nuevos, a nada que van notando como progresan, el Judo les va enganchando y se van preocupando más por otros aspectos del Judo que no son solo las técnicas.
El problema suele surgir con los más pequeños y con los de 10-11-12, que ni son pequeños ni mayores, que empiezan a despertar a la pubertad, no encuentran su sitio y se encuentran desplazados.
Los más pequeños son traídos por sus padres. Nos los tenemos que ganar nosotros y la mayor parte de las veces lo conseguimos.
Hay ocasiones en que nos cuesta más. Nosotros somos los mismos, pero cada niño es “de su padre y de su madre”, y hay niños que necesitan una atención especial.
Algunos quizá son de los que en casa dicen “¡a mi tu no me mandas!”, e imponiéndose están acostumbrados a ir a su aire y aunque en un primer momento parece que hacen caso, en cuanto “cogen confianza”, te alborotan la sesión.
Con los más pequeños y recién llegados que no conocemos, ni ellos a nosotros, comienza la tarea como dice Saint Exupery en el Principito de “domesticar”.
“Claro – dijo el zorro. – Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo”.
Y conforme nos vayamos conociendo más fácil nos resultará la convivencia, el aprendizaje y la progresión en Judo.
Y los grupos van cumpliendo etapas y pasando por categorías hasta llegar a encontrarnos con el grupo que ha llegado a alevín, y más aún a infantil o cadete, donde “el roce ha hecho el cariño”, y conociéndonos más, ya todo resulta más fácil.
Desde hace muchos años junto con mi amigo y socio Jesús Sánchez impartimos clases de Judo.
En el club, a parte de otros grupos, yo llevo estos últimos años, el de los más pequeños 5-6-7 años que hacen un día a la semana y el de los más mayores, los matutinos que, aunque siempre hay algún joven que se ha incorporado, la mayoría no baja de los 50.
Tengo que reconocer que la clase que me impone y me preocupa cada semana es la de los miércoles con los pequeños.
Como dice el psicólogo deportivo Rainers Martens: “El mejor Profesor de un deporte no es el que más sabe de su deporte, sino el que conociendo muy bien su deporte, mejor conoce a sus alumnos y la motivación que les ha llevado a estar allí.
Y si pienso por qué me preocupa más la clase de pequeños, es sencillamente porque los conozco menos. No hemos tenido tiempo de conocernos, no ha habido tiempo material y puede pasar de todo.
Afortunadamente “llevo años y tengo mis tablas” y la sesión se suele resolver con normalidad.
Con los otros grupos, empezando por los veteranos, infantiles, cadetes y adultos, preocupándome porque la sesión salga adelante y se aproveche no se me hace especialmente complicado.
Con los veteranos y adultos resulta una sesión entre amigos y con los infantiles y cadetes, es conmovedor y gratificante observar su evolución técnica, mental y emocional.
Ver como maduran bajo la influencia del Judo nos ayuda a seguir.
Quedar con ellos los sábados por la mañana para entrenarse o para preparar el paso de grado me resulta un festejo. Un nuevo reto que de alguna forma me motiva y me ayuda en mi día a día.
Imagino que a todos los Profesores nos pasa lo mismo.
Iniciamos la semana pensando en nuestra “sesión conflictiva”, o en nuestro niño problemático, que en mi caso es la preocupación por los pequeños. Programamos las sesiones de adultos, que suele derivar en una reunión de amigos. Constatamos como los infantiles y cadetes van madurando, y acudimos los fines de semana a la fiesta de las competiciones, en mi caso también al entrenamiento el sábado por la mañana.
Y todo esto es lo que nos hace vivir el Judo.