“Una noche de 1976 o 1977…”
¿El día que te fallen las fuerzas que harás?, dijo mi madre la noche que le planteé dejar la carrera, (estaba matriculado en Veterinaria), y dedicarme a enseñar Judo.
Traté de hacerle entender que era lo que más me gustaba y que impartiendo clases quizá acabaría teniendo un club, que de alguna manera “podía ser un negocio”, y podría ganarme la vida.
Tengo que reconocer que pasé una noche angustiosa, sobre todo por el disgusto que estaba ocasionando a mi madre esta decisión. Traté de tranquilizarla pactando el seguir matriculado y aunque fuera más lento, asistir a las clases que pudiera y no dejar de estudiar. Cosa que inicialmente intenté cumplir, pero me fui metiendo en tantos compromisos, que finalmente no pude hacer.
Mi accidente: 29 de enero de 2000
Todo esto lo puedo recordar y escribir ahora porque tras el accidente una vez en casa, mis alumnos Sergio Gayan y Manuel Lorenzo, que sabían que me gustaba escribir, cuando vinieron a verme, me trajeron un libro: “El derecho y el placer de escribir”, de Julia Cameron, que me animó a hacerlo.
Cuando ya pude sentarme delante del ordenador, como no podía hacer otra cosa, llenaba las horas escribiendo, y guardo archivos de ese tiempo que ahora voy a usar para contar todo esto.
Los párrafos entrecomillados es lo que tenía escrito y guardado en un archivo que titulé “Chandrío 2000” que comencé a escribir pasado ese verano.
Chandrío es un vocablo aragonés que quiere decir “estropicio, desaguisado” y que recuerdo que empleaba esos días mi madre para referirse a mi accidente.
“Preparando con mis alumnos el campeonato de España junior, en el senior, acordé con mi amigo Mauricio Casasayas el ir a entrenar a su club en Manresa el día 29 de enero que en Zaragoza se celebra la fiesta de nuestro patrón: San Valero. Fuimos pronto por la mañana, y realizamos un entrenamiento por la mañana y otro por la tarde.
Habíamos ido con mis alumnos en dos coches. El de mi amigo Juan Luna y el mío. En mi coche Manuel Lorenzo, David Navarro y Jorge Jiménez. Con Juan Luna, Guillermo Benedí, Ana Beatriz Monzón y Jorge Sánchez”.
El 29 de enero de 2000 sobre las 18h, estaba haciendo lo que iba a ser el último randori serio de Judo pie que iba a hacer en mi vida. Creo que fue con Carlos Perpignan, un alumno de Mauricio que estudiaba Veterinaria en Zaragoza y hacía Judo con nosotros. Si no fue ese el último, si que fue uno de los últimos que hice.
“Terminamos el entrenamiento sobre las 20 o 20’30. Tomamos algo, yo recuerdo que tomé una Coca Cola, “para ir bien despierto”, y salimos para casa. Carlos nos acompañó hasta la salida de Manresa hasta coger la autovía y nos despedimos.
Voy a intentar escribir recuerdos de esos días y sensaciones que pude tener.
Del accidente no recuerdo nada.
Estuvimos entrenando en el club de Mauri en Manresa por la tarde y tomamos una Coca Cola al acabar el entrenamiento. Nos despidió Carlos que nos llevó hacia la salida de la localidad.
Mi siguiente recuerdo es ya de la UCI del Clínico Universitario de Zaragoza, despertando días después. De una goma que me molestaba, (la sonda), que no hacía más que intentar quitármela, y borrosos recuerdos de amigos que me venían a ver y me hablaban.
Recuerdo a Orgaz que venía y me hablaba al oído. Recuerdo a Dome el día que vino a traerme la medalla que había ganado en Bulgaria y que le abría el camino para participar en los JJOO. También un día cuando trajeron fotos de una competición a la que habíamos asistido en Portugal y una excursión al Pigallo donde habíamos estado unos meses antes saltando en unas pozas.
Recuerdo a mi amiga Pili Andréu, prima de Paco, que me cantaba al oído «a la mar fui por naranjas», canción que yo le había cantado y recordaba de cuando salíamos, y recuerdo a mi sobrina Manuela, cirujano en el Clínico, con otras médicos compañeras de ella, que me hablaban para motivarme, y Manuela que me decía que las tenía que invitar a todas a cenar, y yo que les decía que no les faltaría de nada.
Recuerdo el día que me dieron la primera comida sólida…natillas.
Después me he enterado, por un diario que de esos días hizo mi hermana Pilar, de que en la UCI se formaban largas colas para verme y que muchas veces había gente que tenia que irse sin poder entrar.
Ya me subieron a la habitación. Allí vino mi madre a verme. Compartía la habitación con un señor al que todos trataban con mucha familiaridad. En planta tuve muchas visitas. No quiero olvidarme de nadie y quiero hacer constar que todo el mundo se ha portado conmigo de una manera excepcional.
Ya en la habitación recuerdo a Curro, (mi hermano) que en un primer momento era el que me llevaba al baño. Pretendían que hiciese mis cosas en una tiorba, y no había manera. Curro me sorprendió con la facilidad que me manejaba. Siendo que no practicaba deporte de manera habitual ó yo desconocía esa faceta en él, me sorprendió.
Recuerdo a Manuel Orgaz el primer día que vino con Jorge Giménez y le pregunté por mi accidente. He tenido un accidente ¿verdad? me dijo que si. Qué coche llevaba, ¿el R5 ó el Audi? Cuando me dijo el Audi creo que solté un ¡No!
Recuerdo también que tenia obsesión por ir al servicio. Curro me llevaba cada vez que venía. A Manuel se lo pedí una vez que vino, me llevó, luego recuerdo que le dije que me tenía que limpiar, (yo tenía la mano derecha escayolada). Pedir una cosa así recuerdo que me dio corte. Manuel no se inmuto y se portó como si fuera lo normal. Con Dome también pasó, le pedí que me ayudara y se comportó de la misma manera.
De esta primera vez que estaba en la habitación, de Jesús, de Carlos, de Paco y de Juanan, en esos momentos no los recuerdo, aunque se que incondicionales como siempre, los tuve a mi lado.
De Jesús me han contado, que muy afectado, organizó y adjudicó mis clases entre amigos y alumnos para que todo siguiera con normalidad.
Estando ingresado vino mi alumno José Luís Bautista, mi peluquero a cortarme el pelo. También Miguel Corral a afeitarme, “como a su abuelo”.
Venía cada mañana la fisioterapeuta del clínico con dos alumnos a verme.
Tengo recuerdos muy claros de Manuel y de su padre, que se quedó conmigo alguna noche.
Recuerdo cuando subió el doctor Albareda, el traumatólogo que me recompuso, y le oí decir a mis hermanos, “ahora tres meses sin apoyar y luego comenzar a andar”.
Entonces pensé “este no sabe lo que dice ni con quien está hablando ¡espera y verás!”
Más tarde he aprendido que existen unos plazos, unos protocolos para las recuperaciones de diferentes situaciones y una fractura como la mía necesitaba de tres meses para consolidar antes de empezar a andar.
Estuve tres semanas en la UCI y una semana en planta antes de ir a casa.
Después de llegar a casa
No quiero hacer de esto un diario de lo que paso entonces, pero de la habitación del Clínico me llevaron a casa. Mi madre instaló mi cama en el salón para no tener que subir y bajar escaleras. Mi alumna Elena Jaqués nos ofreció la silla de ruedas que había usado con su padre.
Recuerdo a Curro que fue el primero que me limpió el trasero con una naturalidad envidiable. Luego lo hicieron además de Manela mi hermana mayor, que asumió mis cuidados diarios, Manuel, Dome, Carlos y Juanan, que cuando se dieron cuenta de mi necesidad venían cada día a solventar esa situación.
Recuerdo a mi hermana Cristina, entrando en casa con toda su “prole”, cuando venía de San Sebastian.
Recuerdo las visitas de mis niños, mis amigos…, y de tanta gente, que me sacaban de paseo por el parque cuando cualquiera de ellos me venía a ver. La visita de Alejandro Blanco con Antonio Romero que trajo a casa mi Profesor Ángel Claveras, las noches con el cuidador, las sesiones de fisioterapia con Alicia Salazar.
Recuerdo la ambulancia que diariamente me llevaba a recuperación. Recuerdo a Santiago Lafarga, un fisioterapeuta invidente, pero con una gran sensibilidad.
Recuerdo también el día del infarto cerebral que sufrió mi madre y se llevaron en ambulancia, todo el proceso del accidente de cervicales de Dome en el Torneo en Roma, la muerte imprevista de mi tío Ángel Juan, mi padrino, en Madrid. El accidente de moto donde perdió la vida mi cuñado Rafa.
Fueron una serie de acontecimientos en tal solo un plazo de dos meses, que impactados, no sabíamos por “donde venían los tiros”.
Al comenzar la rehabilitación de mis piernas, se dan cuenta de que en la muñeca derecha hay un problema. Contrastan que el semilunar está luxado y el 1 de abril me operan de la muñeca. El día 9 voy a revisión y como no ha quedado bien el 20 de abril se vuelve a intervenir.
Hacia el mes de mayo, me dejan apoyar con muletas y comienzo a andar.
“Pasar de estar bien a estar mal es un momento, de estar mal a estar como estabas… nunca estas como estabas.”
Ese mes de junio mis amigos, que siempre estuvieron pendientes de mi, comienzan a llevarme al club y asisto como espectador a mis clases que impartían amigos y alumnos.
Ese verano voy a las primeras Jornadas de Torrelavega con el maestro Le Berre, previstas, desde hacía tiempo, con mi amigo Raúl Merino. A mi regreso, además de seguir con la recuperación trato de empezar a correr cada día y a hacer uchi komi con mis alumnos más cercanos que se ofrecieron a ello.
Y tratando de acelerar mi recuperación, realizo ukemis y pido que me proyecten cada día. Aunque entiendo que las caídas no me favorecen, aun así…
No recuerdo ahora cuando retomé las clases, pero creo que fue en septiembre. Si se que empecé a correr, me quería recuperar rápido. Quedaba con Chema Laspuertas al mediodía a la salida del colegio Las Fuentes para hacer uchi komi y nage komi.
La madre me sustituyó en el salón y el hecho de verla mal y tener que cuidarla, nos unió más a todos alrededor de ella, aunque nos hizo pasar una temporada angustiosa, hasta que en agosto de 2001 dejó de estar.
A partir de entonces, sin la angustia de nuestra madre, más tranquilo todo, me incorporo en la Española, comienzo a viajar, sigo corriendo para recuperarme, aunque noto dolores que los achaco a la placa que llevo.
Trato de adaptarme a la nueva situación, ya doy todas mis clases.
Busco la ayuda de mis amigos, con muchos de mis niños la relación se acentúa, me apoyo más en ellos, forman parte de mi vida.”
Esto es lo que tenía escrito desde 2000, cuando con un grupo de alumnos en un momento nos pudo cambiar la vida.
Afortunadamente nos dejó y llevamos veinte años de regalo.