Siendo siempre previsor y gustándome escribir, tengo artículos escritos y almacenados en la recámara.
Pensando cual era el que iba a mandar para la siguiente quincena a Alfonso Escobar, informático de la Española que gestiona la página, con lo que estábamos pasando, no veía sentido a tratar otra cosa que no fuera esta confinación a la que nos vemos obligados por la situación.
En la segunda semana del mes de marzo en Zaragoza, a raíz de los contagios que se estaban produciendo, el Gobierno de Aragón, decide suspender las clases a partir del lunes 16 en todos los centros escolares, colegios y Facultades Universitarias.
Mi amigo y socio Jesús Sánchez, dice que siendo que suspendían las clases en los colegios, teníamos que avisar a todos los niños y suspender en el club las clases, por lo menos de niños.
Concretamos juntarnos el domingo día 15 por la mañana, para ver que decisión tomábamos.
El sábado por la tarde-noche el Presidente del Gobierno declara el estado de alarma.
Ya no teníamos nada que decidir, el Presidente había decidido por nosotros.
El club cerrado. Pero no solo el club, el club y todo, restaurantes, bares, tiendas de todo, menos de alimentación…
Que entiendo que se cerrase todo, cuando cada día había más contagios, urgencias colapsadas y centros médicos saturados.
Y así estamos, pero igual que yo, imagino que todos los Profesores de Judo: “compuestos y sin novio”.
Tengo amigos y alumnos ingenieros, abogados, administrativos, que tienen despachos, que trabajan en oficinas, y que siguen yendo a la oficina o trabajan desde casa.
Mi alumno Chema Laspuertas, que es bombero, sigue con su rutina habitual.
Y a mí, confinado en casa me invade una sensación de inutilidad y de incertidumbre.
Inutilidad, porque solo soy Profesor de Judo, y como yo todos los que hemos elegido esta forma de vivir, tratamos de salir adelante y vivimos de ello, por ello, y para ello.
Y para nuestros niños somos importantes, para los papás de nuestros niños, el Judo ha llegado a hacerse importante, porque se han dado cuenta de la labor formativa del Judo y de cómo ayuda, incide y ha influido en la vida de sus niños.
Y es en esta situación en que no podemos desempeñar nuestra actividad, cuando nos asalta la sensación de inutilidad.
Y también de incertidumbre. Incertidumbre porque no tenemos claro, de cómo y cuando se va a solucionar esto, porque no tenemos ni idea de hasta cuando vamos a poder aguantar esta situación, y como y cuando vamos a poder retomar la actividad.
Los que tenemos un club lo sabemos. El club tiene unos gastos fijos. Quizá en estos días se gaste menos luz y menos agua, aunque ese gasto sea el menor, aunque todo sume, pero hay que pagar el alquiler, para los que no tienen el local en propiedad, la hipoteca para los que aun están pagando el local, el sueldo de la secretaria, limpieza, impuestos, seguros sociales…, en fin, que hay unos gastos fijos que hay que seguir abordando.
¡Y además hay que vivir!
Y a estas sensaciones de inutilidad y de incertidumbre se suma el confinamiento.
Y ahora voy a hablar en primera persona, ¿cómo llevo mi confinamiento?
Yo estoy acostumbrado a vivir solo. Pero no me siento solo. Tengo a mi familia, a mis hermanos, que cada tarde de vuelta a casa paso a ver.
Mi ambiente en el club, un montón de gente alrededor que veo, que me viene a ver, que quiero y que pienso que me quiere, tengo amigos de toda la vida y alumnos, ahora amigos de los que he recibido llamadas y mensajes, que quizá porque ven que me hago mayor, ofreciéndose para “todo lo que necesites”.
El Sr. Birnbaum hablaba en los cursos de entrenadores, refiriéndose a la relación con los alumnos y decía que: “primero clientes, luego alumnos y al final amigos.”
Y en esta situación de confinamiento en casa, donde todo esto está parado, si que llego a sentir la sensación de “estar solo”.
No estoy metido en redes sociales, ni en ningún grupo de watshapp. Me manejo con el correo electrónico y con un móvil sencillo, con el que resuelvo mi día a día.
Desde el primer día que nos confinaron y tuve que mandar correos a los que acudieron el último día y con los que había quedado, Jorge Monge, Jonatan Crespo, David Crespo y Saúl Nafría, para decirles que no podría ser, cada mañana recién levantado vuelvo a comunicarme con ellos para contarles un poco como se va desarrollando mi día a día en confinamiento.
Les mando un correo a cada uno, y me siento bien y disfruto porque es una forma de estar con ellos, que luego a lo largo del día, me van contestando y me mantienen informado de sus vidas lo que me ayuda y anima a pasar la jornada.
He instaurado también media hora de ejercicio obligatorio para mí, que de momento voy cumpliendo. Y sigo escribiendo, que es lo que me gusta y más me llena sobre todo cuando es con “mis niños”.
Y no se si este artículo habrá podido resultar de interés para que Alfonso lo suba, pero son mis sensaciones y pienso que también pueden ser las de muchos Profesores de Judo en cuanto al momento de inutilidad e incertidumbre que pasamos, y que tratando de terminar con un halo de esperanza quiero recordar estos versos de Machado:
“Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida
otro milagro de la primavera”