Julien Chabrolin era un Profesor francés de Judo de la región del Vaucluse, 4º dan en 1973.
Lo conocí en julio de ese año cuando participó con Jean Cotrelle y mi profesor Ángel Claveras en el curso de Villanúa que organizaban por segunda vez.
Se hizo habitual y junto a sus amigos Juan y Ángel pasó a formar parte del profesorado del stage que realizaban en verano. Villanúa 1973, Villanúa 1974, Tauste 1975, luego fue en Mauleon (Francia) varios años, donde me invitaron a colaborar con ellos.
Además, en una especie de programa de intercambio, vinieron a Zaragoza en Carnaval y viajamos en ocasiones a Avignon en Semana Santa, entrenamos en su club de Vedene, por lo que lo llegué a conocer y a tratar.
No tendría aún los cincuenta, aunque por su aspecto a mi me parecía mayor. Era lo más parecido en lo físico a un Papa Noel, grueso y con barba. También en su trato afable, y sin haber conocido nunca a Papa Noel, su forma de proceder era lo más parecido a lo que siempre se nos ha mostrado de Papa Noel.
Impartía sesiones y explicaba técnicas. Lo que entonces me extrañaba y nos extrañaba a todos, es que nunca le vimos hacer un movimiento de Judo. Era 4º dan, que en aquellos tiempos era un grado importante. Ángel y Juan eran segundos danes y yo pasé a cinto marrón en 1973 en Villanúa.
A los cursos de Villanúa venía con alumnos suyos, que destacaban por hacer bien. El más relevante que recuerdo en Villanúa fue Patrice Walch, un juvenil que había resultado “medaille espoir” en el campeonato de Francia. Patrice tenía más o menos mi edad y hacía unos uchi mata con una forma y una efectividad envidiables.
También había otros alumnos más jóvenes entre los que se encontraban los hermanos Pradayrol, Philippe y Lyonel.
Philippe Pradayrol resultó con el tiempo dos veces campeón de Europa, en el 90 y en el 91. No digo que toda la responsabilidad fuera de Chabrolin, pero muy mal, muy mal no lo haría en su momento, cuando llegó a jugar y a ganar en ese nivel.
Philippe Pradayrol murió en accidente de coche en diciembre de 1993.
En los stages, Chabrolin daba indicaciones de cómo había que hacer las cosas, pero no lo demostraba. Quizá porque su físico no le respondía o por lo que fuera, pero no lo hacía. Alguna vez cuando estaba dando una explicación y quería definir el movimiento, llamaba: ¡Patrice!, Y Patrice acudía y ejecutaba la proyección.
Todo esto viene a cuento por este comentario que me hace un día en 2019 mi alumno David Crespo.
“No te he visto nunca hacer randori, maestro”
Y es cierto. Él nació en 1996, y recién iniciado a hacer Judo en el curso de 1999 que es cuando él comenzó, yo tuve mi accidente en enero de 2000.
El 29 de enero de 2000 por la tarde estaba en Manresa, en el club de Mauricio Casasayas, haciendo lo que iba a ser el último randori de Judo pie que iba a hacer en mi vida.
Fue con Carlos Perpignan, un alumno de Mauri que estudiaba Veterinaria en Zaragoza y hacía Judo con nosotros.
Decía el madrileño Raúl Camacho en marzo del año pasado en un curso de nage no kata en Zaragoza que: “El Judo es el deporte que cuanto más sabes y más experiencia tienes, y mejor sabes como hay que hacer las cosas, menos puedes demostrar, porque tus facultades físicas no te lo permiten”.
Y yo, me tengo por un judoka que hacía bien Judo, quizá porque tuve mucha suerte.
Caí en manos de un buen profesor que me supo llevar y encontré y afiancé un grupo de amigos, de los que me he acompañado a lo largo de los años.
Luego se cruzó en nuestra vida un francés que hacía un Judo envidiable y algo se nos pego. Y “enamorado del Judo” como decía Sergio Cardell, no me costó nunca ponerme el judogi para practicar, entrenarme y aprender de todos.
Y desde que en septiembre de 2000 retomo mis clases, donde tengo que asumir mis limitaciones físicas, imparto clases de Judo, me dedico a enseñar y a explicar sin demostrar, y en ocasiones a demostrar con intermediarios y resulta duro.
Y trato de no demostrar muchas veces, por no dejar una mala imagen mía y de un movimiento mal hecho, cuando en su momento tenía buena forma y lo hacía bien.
Pero tengo que agradecer y valorar los veinte años de regalo que de momento ya “me han caído”.
A raíz del accidente das más valor a todo lo que no puedes hacer y poco a poco vas recuperando.
Cuando dependes de los demás para hacer las cosas más nimias, valoras mucho más poder valerte por ti mismo, valoras lo cotidiano, hacer cosas habituales, ir recuperando todo lo que hacías antes solo, y conforme vas teniendo autonomía, disfrutas y aprecias más cada momento.
Porque, “pasar de estar bien a estar mal es un instante, de estar mal a estar como estabas… nunca estas como estabas.”
Reconozco la suerte de poder seguir con mis clases, y agradezco a los alumnos que se mantienen conmigo y que me ayudan a vivir.
Reconozco y asumo también el cambio que se ha dado en mí. No se si nos pasa a todos.
Y no se si nos pasa por hacernos mayores, o en mi caso por todo lo sucedido. Pero en mi vida ha habido un cambio importante de prioridades, aunque lo que más me sigue gustando es impartir clases de Judo y entrenar a mis alumnos.
Pero ahora quizá soy más miedoso. Me imponen los viajes. Me da miedo que mis alumnos se hagan daño y entrenar para competir implica más riesgos. He perdido fuerza y ganas de competir, ganas de luchar, de discutir…
Doy menos importancia a que mis alumnos tengan resultados deportivos. Me importa más su bienestar, apreciar los beneficios físicos y mentales que la práctica de Judo provoca en ellos y la influencia que el Judo tiene en sus vidas para alcanzar su estabilidad.
Que sean felices, que a veces pasa por tener resultados en competición y me tengo que implicar, pero no soy yo el que los provoco.
En la década de los 90, yo hacía más kilómetros que “el baúl de la Piquer” con mis alumnos para estar en cada competición.
El judoka catalán Joan Enrich, en una presentación entrañable que hizo de mi en el Congreso en Girona en 2011, dijo que “José Ángel formaba parte del paisaje de las competiciones y campeonatos que se celebraban por toda España.”
Ahora después de todo lo pasado y más limitado, me sigue gustando lo que hago, mi vida es hacer que mis alumnos hagan Judo y he conseguido y consigo que hagan bien. Tengo esa suerte.
Y sin demostrar, me veo como Chabrolin, y quizá ahora lo entiendo.
Y es que ya hace 20 años.