Este artículo colgado en Arajudo en 2012, lo he rescatado a raíz de una situación que se produjo el pasado fin de curso y este verano, cuando unos judokas decidieron “por su cuenta y riesgo”, entrenarse en otros clubes y asistir a distintas concentraciones sin el conocimiento de su Profesor, sin contar con su opinión, y olvidando “esta dedicación tan especial” que tenemos los Profesores de Judo y que durante años tuvo con ellos.
Esta dedicación tan especial
“Lo tuyo con el Judo es como un sacerdocio hijo mío”, decía mi madre cuando después de una semana levantándome a las 6’30 de la mañana, llegaba el fin de semana y siempre mañana y tarde de una forma o de otra seguía enfrascado con actividades de Judo.
Cuando una persona tiene interés por conocer y practicar Judo, busca un club se inscribe y “contrata unas clases”.
Se compromete a pagar la cuota acordada, asistir a las clases, seguir las indicaciones del profesor y a manifestar un comportamiento adecuado durante las sesiones.
Por su parte el club se compromete a:
Que se impartan las clases establecidas en un marco de seguridad y dentro de un orden, y a seguir un método de enseñanza progresivo acorde con los intereses del grupo.
Y aquí entra en escena la figura del profesor.
El profesor tiene la obligación de estar en clase, de no faltar, de organizar la sesión en condiciones, de enseñar, y de administrar una metodología para que se produzca una progresión adecuada
Un profesor que imparte una materia cualquiera, tiene una peculiaridad que no existe en otros trabajos: la implicación con sus alumnos. Y el Profesor de Judo se implica de una manera especial. Una persona que trabaja en otra actividad, cuando termina su trabajo, desconecta y lleva su vida.
Un profesor de cualquier asignatura en un colegio llega el viernes o la víspera de fiesta y quizá no llega a desconectar del todo, pero ya no encuentra a sus alumnos hasta la semana siguiente y en su relación, descansa esos días.
El Profesor de Judo tiene sus clases y entrena a sus alumnos durante toda la semana. Se acerca el fin de semana cuando se va a celebrar una competición vive esos días con cierta inquietud, y no por él, sino por como piensa que se puedan sentir y como lo van a hacer sus alumnos. Y el día que tienen que competir les acompaña y vive con ellos su día de competición.
Cuando el judoka es niño y comienza las primeras competiciones, el profesor le comunica la celebración de la competición, los requisitos que debe reunir para participar y se asegura de que tiene toda la documentación que necesita.
Los padres llevan al niño y allí se encuentran con el profesor.
Y el profesor, ¿es que tiene que ir a todas las competiciones?
Hace dos años, una madre dio de baja y cambió de club a su hija cinto verde, alumna en el gimnasio desde muy pequeña aduciendo que no me había quedado a verla hasta el final en un campeonato regional infantil donde competía.
No creo que fuera así. Normalmente cuando puedo, estoy siempre hasta que terminan de competir todos mis alumnos. Y además en este caso concreto, recuerdo como perdió inmovilizada en la final.
Quizá lo que sucedió es que como en nuestra autonomía no se nos permite dirigir los combates, ni estar cerca de nuestros competidores durante la competición, seguramente me cambié de sitio y esa madre me perdió de vista y pensó que me había ido.
Los niños van a una competición de Judo, que está perfectamente estructurada, donde una Federación o una organización que acoge a sus afiliados y les posibilita participar, ¿por qué los padres y los niños dan por hecho que el Profesor de Judo va a estar allí?
Y se celebran competiciones en otra ciudad. En todas las competiciones nos encontramos a los mismos entrenadores y vemos las mismas caras. Hay más entrenadores en España pero siempre estamos implicamos los mismos. ¿Sólo somos nosotros los que nos dedicamos al Judo? ¿Solo nosotros movemos a nuestros alumnos?
Y ¿hasta que punto tenemos la obligación de llevarlos? ¿Tenemos que ir con ellos? ¿Tenemos que dedicarles todo un fin de semana?
Cuando surgen los exámenes para paso de dan. El profesor ayuda a prepararlos.
El tiempo en las sesiones normales muchas veces no es suficiente y el profesor tiene que dedicar más horas y programar entrenamientos especiales. Y vive con inquietud los días previos al examen.
Y el día del examen ¿El profesor tiene obligación de acompañarlos?
El Profesor de Judo vocacional, el que ha elegido serlo, disfruta con lo que hace. Imparte clase, entrena a sus alumnos y los fines de semana acude con ilusión a las competiciones a verlos participar. En ocasiones es mayor la ilusión que pone el propio profesor que el alumno.
Cuando topamos con un alumno que se ilusiona, que se preocupa por aprender, que se entrega al entrenamiento y al Judo, nos hace revivir nuestro tiempo en que nos ilusionamos, nos preocupamos, aprendimos y nos entregamos al deporte que habíamos descubierto y que nos llenaba.
Nos identificamos con ellos y tratamos de ayudarles a sentir y a vivir lo que nosotros vivimos. Y si no hacemos más, a veces es porque no sabemos o no podemos, pero dentro de nuestras posibilidades lo hacemos todo.
A los cursos de Judo en vacaciones, nos desplazamos muchas veces con nuestros alumnos porque queremos que vivan sus vacaciones como las vivimos nosotros practicando Judo y en un entorno de Judo, de las que guardamos recuerdos que nos marcaron.Cada persona, cada profesión tiene una manera determinada de implicarse en su oficio. Y el Profesor de Judo se implica de una manera especial. A veces nos hace pensar hasta que punto es normal todo lo que hacemos.
Muchos de mis alumnos, los que han terminado de estudiar y trabajan y cuando a veces hacen horas extraordinarias, como es lógico exigen cobrarlas y las cobran, sin embargo les parece normal que como Profesores de Judo les dediquemos todas las horas que haga falta para preparar el examen, para atenderlos, o para entrenarles sin pensar que nuestras horas cuando son fuera de clase, también son extraordinarias.
Adultos del club, aun competidores, como se han hecho amigos, en ocasiones se organizan y marchan unos días a las fiestas de una localidad. Unos días de desconexión, de ocio y de diversión donde no hay nada organizado, todo es imprevisible y donde los riesgos de que suceda algo imprevisto son múltiples y mayores que puedan suceder en una competición de Judo y no cuentan con que tenga que ir el Profesor de Judo.
Sin embargo encuentran natural que no faltemos y que los acompañemos cuando van a competir. Realizan todas las actividades inimaginables sin contar con nadie y sin embargo para competir necesitan y casi “exigen” que su profesor vaya con ellos.
La dedicación del Profesor de Judo para con cada alumno inicialmente es la misma, pero que un profesor tenga más en consideración a un alumno es siempre directamente proporcional al interés que demuestra el alumno. Cuanto más se entrega el alumno mayor es la entrega del profesor.
El Profesor de Judo francés Jean Cotrelle comentaba las diferentes fases por los que pasaba la relación en Judo entre el profesor y el practicante: cliente, alumno y finalmente amigo.
Los judokas normalmente acuden al club en su tiempo libre y dedican su tiempo de ocio al entrenamiento y nos encuentran siempre disponibles y les parece que nosotros también estamos de recreo, pero estamos trabajando.
Y cuando les organizamos un entrenamiento extra, para que se entrenen más o dediquen más tiempo a preparar un examen, ellos siguen entretenidos practicando y disfrutando del Judo y del momento y a los profesores como nos gusta lo que estamos haciendo, también tenemos la suerte de estar disfrutando, pero estamos trabajando.
Y cuando les acompañamos a las competiciones, para ellos es una fiesta y para nosotros también… pero seguimos trabajando.
Y lo hacemos porque es lo que hemos elegido con ilusión, con entrega y porque lo hacemos por nuestros alumnos, porque los vemos ilusionados y porque tenemos la suerte de que nos gusta el trabajo que hemos decidido ejercer, por eso hacemos todo lo que hacemos y de allí que los Profesores de Judo tengamos por nuestros judokas esta dedicación tal especial.