Seguro que nos ha pasado a todos los mayores. A mí, el otro día en unos grandes almacenes. Se me queda mirando un “joven” de unos 40, y sonriendo se me acerca, me da la mano y me dice José ¡qué alegría, qué tal estás!
Yo que nunca he sido muy buen fisonomista, respondo al saludo, sonrío y le digo: perdona, recuérdame quién eres.
Por nuestras manos han pasado muchos alumnos. A los que les hemos seguido la pista y por distintas razones, los seguimos tratando con regularidad los identificamos, pero a los que hemos dejado de ver, los hay que hicieron Judo de pequeños o de jovencitos, se han hecho mayores y han cambiado mucho de aspecto como para reconocerlos.
Nosotros evidentemente estamos también más mayores, pero como nos conocieron “ya de mayores”, somos reconocibles.
Recuerdo cuando empecé a impartir clases de Judo, con sesiones numerosas de niños, la dificultad que tenía para aprenderme el nombre de todos.
Envidiaba la facilidad que tenía mi amigo y socio Jesús Sánchez, cuando en sus sesiones se dirigía sin dudar cuando tenía que nombrar o llamar la atención a alguien.
Y mi pelea por aprenderme los nombres empezó allí. Desde hace mucho tiempo, cuando siento a mis niños en fila antes de empezar la sesión, los nombro uno por uno, y cuando termino digo en voz alta delante de mis niños: ¡qué bueno soy!
El escritor francés Daniel Pennac, en su libro “Mal de escuela”, habla de la importancia de pasar lista en la escuela, para hacer vivir ese mínimo segundo que el alumno debe sentir que existe para su profesor.
Yo no lo hago por pasar lista, lo hago por disciplinar mi memoria, y la verdad es que noto sobre todo con los más pequeños, que les gusta oírse nombrar.
Sentirse reconocidos dentro del grupo les da seguridad y favorece en el conjunto un ambiente de complicidad que se forma antes de empezar, y si luego además hay algún pequeño que se anima a hacerlo y es capaz de recordar los nombres y nombrarlos a todos, consigo hacerles entrar en situación, que se conozcan antes, crear grupo, estrechan lazos y contribuye a un mejor desarrollo de la sesión.
Y cada día como norma, recuerdo y hago un listado de los alumnos que han asistido y he tenido en cada sesión del día anterior.
Algunos me tacharan de raro. No digo que no lo sea. Lo que es cierto y entiendo que malo no es, y es una forma de ejercitar el cerebro y la memoria, una forma de gimnasia mental. Lo que si que anoto después de cada sesión, es el número de los que han asistido, para no olvidarme de nadie cuando al día siguiente hago la lista.
También antes, los programas de cinturones me costaba recordarlos. Afortunadamente teníamos la posibilidad de llevar papeles, apuntes o tener un guión de lo que íbamos a hacer en cada sesión.
Pero reconozco que me costaba recordar los movimientos y asociarlos con cada cinto de color.
Desde hace un tiempo, he ideado un sistema de secuencias y soy capaz de enumerar, ya no los movimientos por cintos de colores, sino todos los movimientos del programa de 1º a 4º dan, y si me pongo a pensar, hasta de 5º, que establecí cuando se examinó en diciembre de 2018 nuestro alumno Daniel Requena, y tuvimos que bregar con esos movimientos.
Pero no solo yo, cualquier kyu del club sabe enumerar, reconoce y practica, no digo que los haga bien todos, pero reconoce y hace los quince movimientos que hay en el programa de 1º dan. Y cualquier primer dan los trece de 2º. Y los segundos danes los trece suyos para 3º, y los terceros danes sus once movimientos para 4º.
Como escribo cada día, los artículos que ya tengo escritos los llevo siempre encima porque me gusta releerlos y poder corregir si algo no me encaja.
Y uno de los mejores momentos para escribir, suele surgir cuando salgo con la bici después de pensar en el artículo que llevo entre manos, y con mis escritos y el “Waterman” que me regalaron los matutinos, si llega la inspiración me coge preparado.
También a veces aprovecho para mi gimnasia mental y recuerdo y apunto a todos los que he tenido en cada sesión el día anterior.
Aunque pasará el tiempo, y cuando encuentre algún alumno, tendré que decirle: recuérdame quien eres…