Considero que soy una persona previsora. Me encuentro cómodo cuando en cualquier circunstancia siento que controlo la situación. Hasta donde depende de mí, si puedo, trato de tener previsto todo lo que tengo que hacer.
Decía Séneca: “En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto.”
Y pensar en ese futuro, siendo dudoso, resulta a veces agobiante y complicado.
Cuando quedo con alguien, si puedo me gusta llegar con tiempo. Hay un dicho que dice que: “las personas se acuerdan de los defectos de la gente que les hace esperar”.
No es mi caso porque el que elige llegar pronto y esperar soy yo. Y esa espera me hace apreciar como dice Saint Exupery en el Principito: “cuando más avance la hora, más feliz me sentiré”.
“No hay que hacerlo todo hoy”, digo en ocasiones a mis alumnos cuando aparecen después de las vacaciones o de un periodo de inactividad y parece que en el entrenamiento se van a comer el mundo. Y no se si piensan en todos los días que tienen por delante.
A principio de la temporada, muchos Profesores, sobre todo los mayores solemos ser previsores y de alguna manera nos planteamos lo que va a ser el curso.
Que de manera global podía ser:
Un primer trimestre, puesta a punto general, primeras nociones para los nuevos y repaso y afianzamiento de todo lo aprendido para los veteranos.
Un segundo trimestre de preparación específica para las citas de competición, los que van a realizarlas y trabajo para todos de nuevas técnicas con vista a un futuro paso de grado.
Un tercer trimestre, con una preparación concreta del examen de paso de grado y de competiciones, si las hubiere y exhibiciones de fin de curso.
Cuando éramos jóvenes y más novatos, seguro que íbamos a “salto de mata”, de alguna forma capeando las sesiones.
Pasa como con los niños. Un niño pequeño solo percibe y vive el presente. Todo lo que quiere lo quiere ya, y ahora.
Conforme crece y “va entendiendo”, analiza su “pasado cierto”, contrasta con lo “rápido del presente” y comienza a agobiarse con el “futuro dudoso”.
Cuando un judoka comienza a impartir clases, es como un niño que solo vive el presente. Poco a poco se va encontrando con alumnos que conforman su “pasado cierto” y comienza a plantearse objetivos para un “futuro dudoso”.
Y día a día, es lo que trato que entienda un alumno, cuando agobiado me cuenta y plantea sus dudas de qué estudios afrontar, sobre su tema laboral, en definitiva sobre su futuro.
Qué Profesor no ha escuchado a un alumno suyo justo antes de competir, que tras conocer el sorteo, se acerca y te dice: “la final me toca con…”, dando por hecho que él y su “rival favorito” se van a encontrar en la final. Lo que evidentemente no siempre sucede.
Y combate a combate me sale decir entonces y siempre, antes de empezar una competición.
Cuando yo era pequeño en casa teníamos un disco de los Surf. Los Surf era un grupo musical de Madagascar que en los años sesenta entonaban una canción titulada “la vida es así”, cuyo estribillo decía: “la vida hay que tomarla como viene…”
“Cuando lleguemos al río, cruzaremos el puente”, decía mi madre cuando agobiada trataba de dar soluciones a situaciones que luego quizá nunca se llegaban a producir.
Y es lo que tenemos que entender. Tenemos que poner los medios para que las cosas salgan adelante, pero teniendo presente que muchas veces nos agobiamos sin mucho sentido por un futuro que no sabemos si se va a ocasionar.
Entonces eso: que en las competiciones combate a combate, y en nuestra vida, día a día.